miércoles, 3 de febrero de 2016

Nefertiti, la Gran Esposa Real

En el año 5 de su reinado, el faraón Amenhotep IV y su bella esposa Nefertiti, la Gran Esposa Real, emprendieron un largo viaje desde la capital del país, Tebas, situada en el Alto Egipto. A bordo de las barcazas reales, el monarca y su corte descendieron por el río Nilo, a lo largo de unos 225 kilómetros, hasta llegar a la actual localidad de Tell el-Amarna, conocida también con el nombre de Amarna. Desde allí vieron cómo la cordillera arábiga dibujaba el signo jeroglífico del horizonte. El faraón interpretó esa visión como un mensaje divino: «Fue mi padre Atón quien me aconsejó este lugar para que hiciera para él el Horizonte del Sol». En efecto, aquel debía ser el emplazamiento de una nueva ciudad fundada por el rey en honor de su nuevo dios, Atón, el disco solar, y le dio el nombre de Akhetatón, es decir, el Horizonte de Atón.
Más curiosa es otra proclama del rey: «He hecho el Horizonte del Sol como una finca para mi padre Atón y para que perdure como perteneciente a mi nombre o al nombre de la Gran Esposa Real Neferneferuatón Nefertiti». Akhenatón iguala así la perennidad de su propia memoria como constructor del Horizonte del Sol con la de la reina.
En el año 12 del reinado de Akhenatón se celebró un gran festival para la recepción de tributos, seguramente para conmemorar una victoria sobre Nubia. Conocemos los detalles gracias a que fue representado, con la solemnidad y viveza propias del arte de Amarna, en la decoración de las tumbas de dos nobles: Huya y Meryre II. Poco después murió Meketatón, la segunda hija de los reyes. Fue enterrada en una sala de la tumba real de Amarna, donde se muestra el desconsuelo de sus padres y hermanas. Ésa es también una de las últimas apariciones de la reina en los textos de la época.
A partir del año 14 se pierde el rastro de Nefertiti. Tal vez murió en los primeros años del reinado de Tutankhatón, cuando éste ya había cambiado su nombre por el de Tutankhamón y había abandonado Amarna y, con ello, la religión atoniana que Nefertiti y su esposo habían intentado hacer triunfar.

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